martes, 10 de marzo de 2015

Diaro de un librero: la educación

 

Hay gente a la que le resulta muy difícil ser amable. Y eso que no cuesta nada. Es una pena, porque cuando trabajas de cara al público y te encuentras con esta clase de personas, te pueden hacer sentir realmente mal. Desde aquí os pido que cuando seáis clientes tratéis con respeto a las personas que os atienden y no os aprovechéis de que, estando en su puesto, no pueden responder a ciertos comentarios de la manera en que deberían.
Una librería no es una excepción, y también los libreros debemos tratar con gente antipática en ocasiones. Por supuesto, también con gente encantadora, que hace que te guste tu trabajo y te sientas bien fomentando la lectura.
Los que dan por sentado que eres tontito y estás ahí porque le dan una subvención a la empresa  abundan. Por ejemplo están los que te preguntan por un libro o un autor y se empeñan en deletrearlo o decirte si es con “b” o con “v”, con o sin “h”, etc. O los que te preguntan por algo y si les contestas que no lo tienes te preguntan con desprecio y prepotencia “¿pero sabes lo que es?”. Ay, ay, ay. Una vez un chico me preguntó por las agendas. Da la casualidad de que solo las trabajamos a finales de un año y principios del siguiente. Vamos, cuando la mayoría de la gente compra agendas, no en agosto. Bueno, pues cuando le dije que no teníamos se quedó muy sorprendido, así que le expliqué lo de que solo las trabajamos esos meses. Y el tío soltó que cómo no íbamos a tener, que eran como cuadernos con las páginas en blanco y con los días para apuntar las cosas. Y se me quedó mirando como si hubiera descubierto la pólvora y yo fuera a tener una epifanía y a decirle “ah, sí, así que era eso… claro, las tenemos ahí, menos mal que me lo ha aclarado”.