sábado, 21 de diciembre de 2013

Diario de un librero: el empaquetado para regalo

Hoy os voy a hablar de los regalos. Este tutorial os servirá no solo a la hora de comprar un libro, sino que lo maravilloso de él es que os será útil para cualquier clase de regalo. En esta ocasión ya no os pongo la música de Barrio sésamo, pero tarareadla vosotros en vuestra cabeza…

Bien, cuando compramos algo con intención de regalar, queremos que esté envuelto. Pero en el complejo mundo del empaquetado para regalo hay varios escalones:

El nivel más bajo de empaquetado es el sobre de regalo. Tiene una ventaja esencial: su simplicidad. Cualquier empresario puede amaestrar a un mono para que introduzca la compra en el sobre, retire la protección del adhesivo y pegue la solapa, de modo que pueda ofrecer el servicio de empaquetado a sus clientes. Algunos incluso se conforman con menos: pides que te lo pongan para regalo y el dependiente, casi con indignación, como si le estuvieras pidiendo algo irrazonable, arrampla con un par de sobres y los mete en la bolsa sin decir palabra, pensando que si un mono puede hacerlo, también puedes tú, que él tiene cosas mucho más urgentes que hacer. Yo a veces los pido solo por fastidiar…

Las ventajas del sobre son, pues, claras. Pero no nos engañemos, el nivel de cutredad es alarmante. Llegas al cumpleaños de la Señá Ramona, todas sus amigas de la residencia le han entregado paquetes chulísimos llenos de lazos y tú le das tu sobre, un poco arrugado porque no se ajusta bien al contenido. Y claro, la Señá Ramona te dirá: “Ay niño, qué poco te has esforzado… ¿Es que no me quieres?”. Y llorará, y habrás arruinado un día feliz, y eso es muy triste.

Por eso me sorprende cuando la gente pide sobres. No, pedid que os lo envuelvan, que si el comercio no dispone del servicio ya os dará el sobre.

El siguiente escalafón regalístico es la caja. Desde luego, comparado con el sobre, ¿dónde va a parar? Aún así no es lo ideal. El contenido casi nunca se ajustará perfectamente, y lo nuevamente sencillo de su uso transmite una sensación de desidia que no pasará desapercibida a la persona que obsequiamos. Al menos en una caja los lazos quedan mejor, porque ponérselos a un sobre es como ponérselos al Guardián de la Cripta, casi lo empeora.


En cualquier caso sí es cierto que la caja tiene su lado cuqui. Muchas tiendas de ropa pasan del sobre y te dan caja. Si vas al comienzo de la temporada navideña, incluso te plantan la camiseta entre papel de seda, que te sientes Pretty Woman y todo. Eso sí, si vas en temporada baja es otro cantar. La última vez que estuve, la muchacha de delante le dijo al dependiente que lo quería para regalo, y el tío cogió una bolsa de las normales, ya ni sobre, metió la camiseta, agarró un frasco de perfume, descargó la mitad dentro de la bolsa, que cuando se abriera eso debía de ser hasta tóxico y nocivo, y luego la cerró con un grapazo, y se quedó tan a gusto. Le sonrió a la muchacha, le dijo algo de eso que te dicen ellos en inglés en algunas tiendas y adiós, muy buenas.

En fin, centrándonos en los libros, podemos pasar al más refinado escalón regalístico: el empaquetado con papel de regalo a mano. Es mi preferido. Artesanal, con un toque vetusto que riñe con este mundo moderno de prisas. Es como mi ordenador, tan antiguo que en vez de tener memoria apunta las cosas en un cuaderno. Pero queda mucho mejor presentado. La Señá Ramona te dirá “ay niño, así, sí”.

Tiene una pega clara: su complejidad. Aquí ya no hay mono entrenado que valga. Que un paquete quede bien envuelto casi es tarea de ingenieros. Pero cuando queda bien, es impecable. Y si no, siempre puedes poner un lazo. Cuanto peor envuelto, más grande el lazo. Es algo kármico, y se contrarrestan los efectos. Yo a veces estoy envolviendo, y según lo envuelvo veo que me queda un churro, y pienso: “madre mía, a esto le tengo que poner un lazo enorme…”. Y oye, le plantas el lazo y la persona a quien se lo regalas se queda tan contenta, es algo mágico… Casi le gusta más el lazo que el regalo…

Y siendo un libro, tan rectangular, con tan poca curva, lo mejor es envolverlo a mano. Vais a quedar mucho mejor.

¿La pega? Aparte de que si no se tiene pericia queda mal envuelto, es que se tarda más. Las pasadas Navidades había una cola en una tienda para pagar, y la gente enseguida se pone nerviosa. Recuerdo que un señor exclamó, dominado por la furia: “pues cuando por fin me toque voy a pedir que me lo envuelvan, y que se jodan”. Verídico.

Cuando queráis que os envuelvan algo para regalo la instrucción es muy sencilla: “ay niño, ¿me lo puedes envolver de regalo?”. Sí, lo aclaro porque no es tan obvio. A menudo se producen situaciones desconcertantes. Por ejemplo, no pocas veces te dicen “¿me lo pones un poco para regalo?”. ¿Un poco? ¿Qué es eso? ¿Le envuelvo solo un pico o qué? No, error. Repetid conmigo: “ay niño, ¿me lo puedes envolver de regalo?”.

Otra situación corriente es cuando te dicen: “¿me lo puedes envolver tipo regalo?”. Y ahí ya te da la curiosidad, y te preguntas de qué otros tipos se podrá envolver. Y luego das gracias de que no te lo haya pedido de otro tipo, porque tú no te sabes más… Tampoco, error. Repetid conmigo: “ay niño, ¿me lo puedes envolver de regalo?”.

Luego está cuando te han comentado ya que va a ser un regalo, y al cobrarlo les preguntas, por confirmar, si se lo envuelves. Y ni cortos ni perezosos te dicen: “sí, de regalo”. Gracias por la aclaración. Yo iba a envolverlo en un papel de periódico. Ahora ya, no.

Otro detalle es cuando te llevas varias cosas, y has leído este tutorial y sabes que tienes que decir “ay niño, ¿me lo puedes envolver de regalo?” para no quedar mal. Y entonces el dependiente te pregunta “de acuerdo, ¿cómo se lo envuelvo?”. Y entonces tú vas y dices “de regalo”. No. El dependiente ya lo ha pillado. Reconozco que lo críptico de la pregunta conduce a error, pero no está preguntándote si es para regalo ni qué pasos tiene que dar para doblar el papel. Lo que quiere saber es si quieres que lo envuelva junto, separado o cómo. Tenemos una manía en este país de pensar que los dependientes son tontos…

Y otra aclaración. Cuando queremos algo para regalo lo sabemos desde que estamos pagando. Por favor, no esperéis a que el dependiente lo haya metido en la bolsa y os lo dé para decir: “ay niño, ¿me lo puedes envolver de regalo?”. No, si lo decís antes nos ahorramos los pasos de meterlo en la bolsa, estar esperando a que guardes el cambio y cojas la bolsa y volver a sacarlo. El dependiente te lo agradecerá.

Pero el complejo mundo regalístico tiene un detalle más: los tickets regalo. Por Dios bendito, no vayáis y pidáis un cheque regalo. Si las tiendas dieran por las buenas cheques regalo yo estaría todo el día de compras… Se llama ticket regalo. Repetid conmigo: “ay niño, ¿me lo puedes poner con un ticket regalo?”.

Por cierto, doy por hecho que sabéis lo que es un ticket regalo y puede no ser así. De hecho, os voy a contar una anécdota de mi vida misma. El otro día fui con mi madre a la droguería. La señora que iba delante para pagar llevaba un perfume, y pidió ticket regalo. Mi madre estiró las orejas al oír lo de “regalo”, se ve que no sabía lo que era un “ticket regalo”. Bueno, pues cuando nos tocó le dio a la cajera el papel higiénico que llevábamos y le pidió ticket regalo. Yo me pasmé. Y la cajera nos miró raro. Tened cuidado cuando pidáis algo que no sepáis lo que es, que el mundo está lleno de sorpresas…

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