La última
novela de Dan Brown es, nuevamente, un adictivo thriller contrarreloj salpicado
de aventuras, riesgos y obras de arte. Un poco como siempre, aunque en esta
ocasión hay alguna diferencia respecto de anteriores novelas.
Pero lo
primero es lo primero: Dante ocupa un lugar de honor en esta novela,
especialmente su gran poema, la Divina
Comedia, del que descubrirás interesantes detalles a lo largo de la
narración. Se destaca sobretodo su primera parte, el Inferno, que probablemente sea la que más ha influido siempre, no
solo a Brown, sino en general. Precisamente en la novela se menciona la
sinfonía compuesta por Liszt basada en el poema, y que puede ser una buena
banda sonora mientras lees esta reseña. Hala, dale al play:
El libro
comienza, como es habitual en este autor, con una misteriosa muerte que irá
desencadenando las situaciones posteriores, y que suelen consistir en Langdon
resolviendo acertijos artísticos. Sí, porque el profesor Langdon protagoniza de
nuevo esta historia, aunque Brown ha dado una nueva vuelta de tuerca, y ahora
el sabelotodo profesor comienza con una amnesia que le impide recordar nada de
los últimos dos días, incluido el motivo por el que se encuentra en Florencia
en lugar de en su tranquila Universidad. Y en Florencia, ciudad del arte por
antonomasia, será donde se desarrolle la mayor parte de la trama de la novela.
De la mano de Brown iremos descubriendo los rincones de esta ciudad, como si fuera un cicerone que nos llevara en plan turistas por sus calles. Y es que el autor aprovecha la acción de su historia para intercalar detalles sobre la historia y arquitectura de la ciudad, hasta el punto de que Inferno casi, casi es una guía turística que desvela los edificios, restaurantes y obras de arte florentinas que no puedes perderte si planeas visitar la ciudad. Es lo más interesante de la novela, el recorrido turístico por Florencia y las demás ciudades donde se desarrolla.
El arte
domina de nuevo la trama. Por supuesto, la Divina
Comedia es omnipresente, pero más bien como una referencia, una inspiración, no
al modo en que la empleó Asensi en su El
último Catón, libro excepcional que debes leer también si te gusta Dan
Brown, que Matilde Asensi escribe mejor y encima es española, habrá que apoyar
a los nuestros…
Pero en el recorrido de Langdon aparecen otras obras de arte (por algo está en Florencia).El mapa del Infierno de Botticelli, la Battaglia di Marciano de Vasari, la Apoteosis de Cosme I, del mismo autor… Son numerosas las referencias y curiosidades que Brown nos desvela al entrelazar estas obras en su trama. Y todo ello en un recorrido que cualquier turista podría realizar por Florencia recreando el libro. Bueno, casi, porque mi hermano mencionó, con razón, que seguramente no van a dejarte separar ningún cuadro de la pared para ver qué hay detrás (lo entenderéis al leerlo).
Desde luego,
uno de los aspectos más interesantes es lo que aprendes, las anécdotas y
curiosidades artísticas e históricas que salpican la obra.
Por lo demás,
el estilo es similar a anteriores novelas del autor: capítulos muy breves que
terminan de manera que fuerzan la curiosidad del lector por comenzar el
siguiente. Mucha acción y prisas y carreras de un lado a otro. Y personajes
interesantes aunque no excesivamente elaborados, apenas con una semblanza de
pasado traumático que les aporte una falsa sensación de profundidad. Pero al
fin y al cabo, tal y como dice Joël Dicker en su novela La verdad sobre el caso Harry Quebert, que es la que estoy leyendo
ahora, hay autores que escriben libros buenos y autores que escriben libros
entretenidos. Algunos pocos libros pueden ser las dos cosas. En el caso de
Brown, son entretenidos. No esperes encontrar una obra maestra de la
literatura, son libros que te servirán para pasar el rato divinamente, pero no
van a procurarte un enorme enriquecimiento interior. Son novelas ideales para
leer en verano, porque entretienen y enganchan sin complicar. Hace poco me
preguntaron qué libro recomendaba: el último de Brown o el último de Follet. La
respuesta es sencilla: Lea a Brown en verano y a Follet en invierno. (Esto no quiere decir que el último de Follet sea bueno, solo que es más pesado...).
En esta
última entrega Brown hace acompañar a Langdon a una nueva damisela de las que
suele colocarle, en plan "chica Bond". En esta ocasión se trata de Sienna Brooks, una mujer con un
intelecto muy superior a la media y a la que las circunstancias ponen a
compartir carreras al lado del profesor de simbología. ¿Su rasgo más llamativo?
Sin entrar en spoilers sería algo así:
Mónica Naranjo en la Premios Amigo de 1998, retransmitidos por Antena3 Televisión.
Mencionar
también que, aunque no es culpa de Langdon, sino del corrector, el libro está
salpicado de faltas de ortografía. Quizás sea un aspecto que Planeta debería
hacerse mirar…
Se nombran
también diversas marcas, a modo de publicidad, y es que ya se saca dinero de
todo. Se hace hincapié en la utilidad de los iPhone para conectarse en
cualquier parte. Y me llamó la atención que Brown recomienda en boca de Langdon
un libro titulado La cúpula de
Brunelleschi, de Ross King, en la que se nos relata la construcción de la
catedral de Florencia. Sin embargo, por lo que he podido ver, está
descatalogado en nuestro país…
Y en cuanto a
la historia, no os puedo desvelar el argumento… Os diré que no me disgustó.
Os dejo aquí las primeras páginas. Tiene un macrogiro argumental en un momento dado que hizo que me sintiera un
poco engañado y estafado, como si me hicieran pensar algo que luego no era para
nada, y me pareció un poco trampa. Un buen libro debe desconcertar al lector,
pero no hacer que se sienta engañado. Pero en general me ha gustado el libro. Cumple
su función: entretiene y engancha, y sus más de seiscientas páginas vuelan.
En esta
ocasión no se mete mucho con la Iglesia, con la que Brown tiene tanta fijación
(no debieron de regalarle un palo en su Primera Comunión).
Solo un
poquito: os voy a citar un diálogo del libro:
“–(La Iglesia
gasta) enormes cantidades de energía y dinero en adoctrinar a países del tercer
mundo sobre las maldades de la contracepción.
–Claro –dijo Langdon
con una sonrisa de complicidad–. ¿Quién mejor que un grupo de octogenarios
célibes puede decirle al mundo cómo practicar sexo?”
Y es que el
libro va sacando cuestiones sociales y científicas en las que merece la pena
pararse a meditar al margen de su tratamiento en la novela. Por ejemplo la
superpoblación, especialmente en lugares como Asia o África. Si es que ya lo
decían autoridades como la Pantoja y Paquirrín: “No serás mujer completa hasta
que un negro te la meta” (declaraciones en el programa Supervivientes emitido por Telecinco el 16 de junio de 2011).
Hala, con
esta frase para la reflexión culmino esta reseña.
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