martes, 10 de julio de 2012

Blanca como la nieve, roja como la sangre



Esta novela me ha gustado. A pesar de adolecer de muchísimos defectos, algunos tan graves como ser absolutamente previsible, emplear demasiados tópicos o no dejar claro el público al que está dirigida. Pues de todos modos me ha gustado. Mucho.

Pero vayamos por partes. Blanca como la nieve, roja como la sangre es la primera novela de Alessandro D’Avenia, un profesor de instituto italiano. A pesar de lo que te pueda sugerir su título, no, no trata de asesinatos en los Alpes. Bastante al contrario, cuenta la historia de Leo, un chaval de 16 años con todos los problemas que se tienen a esta edad y con una visión muy particular de la vida: para él todo se expresa mediante colores. No soporta el blanco, porque representa todo lo peor: el vacío, el silencio… no tiene límites. El rojo, en cambio, es todo lo contrario: el amor y el pelo de Beatrice. Beatrice es la chica a la que ama, aunque ella todavía no lo sepa.

En la lucha de todo adolescente contra la vida Leo cuenta además con dos amigos, Niko y Silvia, cada uno de los cuales le apoya en aspectos diferentes: Niko es su colega, con quien juega al fútbol y hace piques con la moto; Silvia es su amiga, en quien puede apoyarse y le comprende.

Pero toda la existencia de Leo va a desmoronarse de repente, cuando sepa que Beatrice está enferma, que padece leucemia, y que su sangre roja se vuelve así del blanco aquel que tanto le aterra.

Éste es el argumento de la novela. Os dejo un enlace para que os leáis el primer capítulo, a ver si os engancha.

Como ya he mencionado, recurre a muchos tópicos: los padres que no te entienden, las clases aburridas, amar a una chica con la que ni siquiera se han cruzado dos palabras… Porque a ver, ¿cuántas veces habéis pensado que alguien es increíble y luego, cuando ha abierto la boca lo ha estropeado todo? Pues eso. Todos los tópicos propios de la adolescencia están presentes en este libro. Y para colmo es previsible. En cuanto lees unas cuantas páginas ya te hueles las cosas y lo que pasará. ¿Esto es un inconveniente? No lo sé, depende de cada uno. Personalmente pienso que los tópicos, aunque excesivos, acercan los personajes a los adolescentes, por lo que el lector se identifica más con ellos, sea adolescente también o simplemente lo haya sido, haga poco o mucho tiempo. Y en cuanto a lo previsible, hay libros en los que esto es una fatalidad, otros en los que adivinar algo y ver que luego pasa te alegra, regocijándote por tu perspicacia. En este caso, no hay que ser un lince para captar algunas cosas, pero aunque no te alegre ver cómo se va cumpliendo lo que suponías, es ésta una novela que supedita el argumento al mensaje, al discurrir de la vida del muchacho. Por eso, aunque sepas lo que va a ocurrir, sigues leyendo, porque te interesa el modo en que va a escribirse tal acontecimiento. Por lo menos en mi caso ha sido así, y la novela me ha gustado a pesar de que estos dos defectos podrían haberla arruinado. Seguramente otros lectores se aburrirán por eso mismo, pero ya es cosa de cada uno.

El tercer defecto que comentaba es que no está claro para qué edad es. Se trata de una novela de ésas de “despertar a la vida”, con protagonistas adolescentes y cómo se enfrentan a los problemas de la vida, aunque éstos nos sean adolescentes ni tengan edad. Imagino que un lector maduro podrá leer la novela como un revivir de aquella etapa de su vida, pero nada más. Descartado el público más mayor. Además, a un chico podría parecerle un poco moñas (menos a mí, que como últimamente me gusta la música de One Direction ya no sé qué pensar…). Así que yo lo recomendaría para chicas adolescentes o mujeres jóvenes. Para éstas últimas, leer el libro no hace que revivas la época, sino que veas que muchas cosas que ocurren, o que piensan los protagonistas también te pasaban o las pensabas tú. No es tanto transportarse a una época más feliz como darse cuenta de que lo hemos pasado, nos identificamos y hemos seguido adelante. Y para las adolescentes, pues bueno, si les gustaba “Física o química”, pues les gustará. Está claro que ellas se identificarán más que nadie, y el libro, con sus tópicos, pero también con su descubrimiento de que las clases pueden estar bien según el profesor que las imparta; de que hay cosas que cuando eres joven te parecen un mundo y tu universo se reduce a lo que te rodea, siendo tú el eje, pero que hay problemas y situaciones, pérdidas y sentimientos mucho más grandes, y que eso es la vida; y que hasta tus padres fueron jóvenes y podrían, no lo vas a creer, llegar a ser tus amigos, todo eso también puede ser un aliciente para los jóvenes que lean la novela, y vean que muchas cosas son universales y les pasan a los demás también. No es que la novela sea la panacea y vaya a servir de faro de vida de los adolescentes, pero oye, mal de muchos, consuelo de tontos…



Y siguiendo con las cosas buenas de la novela, ya que hemos comentado las malas, algo que me ha gustado es la facilidad con que se lee. Capítulos breves, directos, con lenguaje claro y mezclando frases ingeniosas y divertidas con verdades profundas, como lo de los nombres, al principio, cuando Leo reflexiona así:



Hay gente que condena a sus hijos con el nombre. Yo me llamo Leo y me sienta bien. He tenido suerte: recuerda a una persona guapa, fuerte, que sale de la jungla como un rey con su melena. Ruge. O, al menos en mi caso, lo intenta… Cada cual lleva su destino en el nombre, por desgracia. Fíjate en Elettra: ¿qué nombre es ése? Es como la corriente, ya solo con oírlo te da una sacudida. Por eso está siempre nerviosa.

Luego está el pelmazo profesional: Giacomo, llamado Pestilente. ¡Otro nombre gafe! Porque es el mismo nombre de Leopardi, que era jorobado, sin amigos y encima poeta. Nadie habla con Giacomo. Apesta. Y nadie se atreve a decírselo. Yo, desde que estoy enamorado de Beatrice, me ducho a diario y me afeito una vez al mes. Además, allá él si no se lava. Pero, me digo yo, su madre sí que podría decírselo. Pues resulta que no. Ya, pero ¿qué culpa tengo yo? Ni que pudiera salvar el mundo. Para eso está Spiderman.



Y de aquí extraemos dos cualidades que me han gustado del libro. Una es aprender el valor de las palabras. Como con los nombres, como cuando Leo escribe mensajes en el móvil y se corrigen, como cuando una breve charla con su profesor le proporciona tanto en qué pensar… Las palabras son muy importantes, aunque nos demos poca cuenta. Ya dijo Buda que “las palabras tienen el poder de destruir y sanar. Cuando las palabras son buenas tienen el poder de cambiar el mundo”. Y me ha gustado mucho el personaje del profesor, a quien Leo apodó Soñador. Me gustó cómo se implicaba, cómo trascendía las clases y llegaba a los alumnos, sus mensajes, cómo se preocupaba y hasta visitaba a Leo, sin dejar que su labor terminara cuando tocaba el timbre del fin de las clases. Me pareció un buen profesor. Como todos, en mi vida he tenido algunos buenos y otros no tanto. Afortunadamente recuerdo los buenos, los otros se diluyen. Mi hermano estudia para ser profe de Primaria. Espero que algún día sea así. ¿Habéis visto aquella película, “El milagro de Ana Sullivan”? Trata de una niña ciega y sorda. Y de cómo su profesora se deja el alma para llegar a ella y enseñarle el mundo. La importancia de las palabras y la entrega de un profesor al que le importan sus alumnos más allá de como parte de su trabajo se resumen en el monólogo que Anne Bancroft declama en esta película:



Yo quería enseñarte todo lo que Dios puso en la Tierra, todo lo que hay en ella y es nuestro mientras vivimos. Y lo que somos. La luz que traemos y dejamos tras de nosotros en palabras. Verías cinco mil años de Historia al resplandor de las palabras. Todo lo que el hombre piensa, siente y sabe lo expresa con palabras, y ellas disipan las tinieblas, y nada termina, ni en la tumba. Y yo sé que con una palabra lograría poner el mundo en tus manos, y bien sabe Dios que no me conformaré con menos.



Y la otra cualidad es menos profunda: son los motes. Me encantan. Leyendo lo del Pestilente me acordé que en mi clase teníamos uno al que llamábamos Mofeta. Era muy majo, mi amigo, aunque tampoco le dije que olía, simplemente le evitaba tras las clases de gimnasia.

Y luego estaba La Ambición Rubia, que era una chica que se teñía de color amarillo pollo, pero con las cejas muy negras, negrísimas. Mi amigo H hacía conjeturas sobre de qué color tendría el… ya me entendéis. Él afirmaba que seguro que tenía ahí una pepita de oro.

Y bueno, en mi vida hay muchos personajes con mote: el Drácula, Mortadelo, Mauricio, el Frutero, el Primo de Joselito, el Gollum… así que me ha gustado la chispa que esto da a la novela. Se siente uno como en casa.

Otra cosa impactante es la sencillez con que se demuestra la existencia de Dios: ni Sto. Tomás con sus vías ni leches. Leo dice:



Blasfemo varias veces, reiteradamente, con fuerza. Y ahora me siento mejor. Y comprendo que Dios existe, si no, no me sentiría mejor. No te sientes mejor si te cabreas con Papá Noel. Si te cabreas con Dios sí.



Ea, ahí queda eso… Y es que ya os lo he dicho. En el libro aparecen, como quien no quiere la cosa, frases que sabemos, pero en las que no caemos, y que nos hacen reflexionar, como cuando Leo piensa que ojalá la vida tuviera una tecla de rewind, pero no tiene, siempre avanza, sonando, y tenemos que bailar lo mejor que podamos. Y nos enseña que a menudo perdemos el tiempo en cosas sin importancia, nos ahogamos en problemas que no valen la pena, y dejamos que la vida y el tiempo se escapen. Son cosas que sabemos, pero en las que solo caemos al leerlas explícitamente, y que nos fuerzan a meditar, como Leo ante la enfermedad de Beatrice, que piensa:



Tengo todo lo que ella está perdiendo: el pelo, el instituto, el baile, la amistad, la familia, el amor, las esperanzas, el futuro, la vida… pero yo no sé qué estoy haciendo con todas esas cosas.



En fin, un libro que, por su sencillez que desquicia por lo simple y tópico, pero mezclada con las frases subliminares que te fuerzan a pensar, me ha encantado. Una historia simple, tan simple como pueda o no serlo el amor. Y un darte cuenta de cosas importantes. ¿Para niñas adolescentes? Puede ser, seguro que les gustará. ¿Para jóvenes? Seguramente, mi amiga L, que es fan de Moccia (aunque el último dice que no es muy allá), me dijo que lloró y le gustó. ¿Para mayores? Dependerá de si te dejas llevar por esos años o prefieres algo más rotundo, acorde con tu edad. En cualquier caso, es una novela recomendable, ligera (aunque con su profundidad) para ahora el veranito. Y se lee en un pis pas, así que aprovecha. Y encima es baratita…

Y si tengo que quedarme con algo, me quedo con la definición del amor que esgrime Leo, cuando dice que amar es estar junto a alguien a pesar de su olor.



-Título: Blanca como la nieve, roja como la sangre.

-Autor: Alessandro D’Avenia.

-Género: Narrativa.

-Editorial: Grijalbo o Debolsillo.

-Precio: 15,90€ en rústica; 7,95€ en bolsillo.

-Isbn: 9788425344244 en rústica; 9788499087658 en bolsillo.

-Alma: Blanca, roja y azul, de dudas y descubrimientos, de lágrimas, sonrisas y despertares, de comida rápida del Mac.



Os dejo el booktráiler del libro, echad un vistazo:







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