Esta novela
me ha gustado. A pesar de adolecer de muchísimos defectos, algunos tan graves
como ser absolutamente previsible, emplear demasiados tópicos o no dejar claro
el público al que está dirigida. Pues de todos modos me ha gustado. Mucho.
Pero vayamos
por partes. Blanca como la nieve, roja
como la sangre es la primera novela de Alessandro D’Avenia, un profesor de
instituto italiano. A pesar de lo que te pueda sugerir su título, no, no trata
de asesinatos en los Alpes. Bastante al contrario, cuenta la historia de Leo,
un chaval de 16 años con todos los problemas que se tienen a esta edad y con
una visión muy particular de la vida: para él todo se expresa mediante colores.
No soporta el blanco, porque representa todo lo peor: el vacío, el silencio… no
tiene límites. El rojo, en cambio, es todo lo contrario: el amor y el pelo de
Beatrice. Beatrice es la chica a la que ama, aunque ella todavía no lo sepa.
En la lucha
de todo adolescente contra la vida Leo cuenta además con dos amigos, Niko y
Silvia, cada uno de los cuales le apoya en aspectos diferentes: Niko es su
colega, con quien juega al fútbol y hace piques con la moto; Silvia es su
amiga, en quien puede apoyarse y le comprende.
Pero toda la
existencia de Leo va a desmoronarse de repente, cuando sepa que Beatrice está
enferma, que padece leucemia, y que su sangre roja se vuelve así del blanco
aquel que tanto le aterra.
Éste es el
argumento de la novela. Os dejo un enlace para que os leáis el primer capítulo,
a ver si os engancha.
Como ya he mencionado,
recurre a muchos tópicos: los padres que no te entienden, las clases aburridas,
amar a una chica con la que ni siquiera se han cruzado dos palabras… Porque a
ver, ¿cuántas veces habéis pensado que alguien es increíble y luego, cuando ha
abierto la boca lo ha estropeado todo? Pues eso. Todos los tópicos propios de
la adolescencia están presentes en este libro. Y para colmo es previsible. En
cuanto lees unas cuantas páginas ya te hueles las cosas y lo que pasará. ¿Esto
es un inconveniente? No lo sé, depende de cada uno. Personalmente pienso que
los tópicos, aunque excesivos, acercan los personajes a los adolescentes, por
lo que el lector se identifica más con ellos, sea adolescente también o
simplemente lo haya sido, haga poco o mucho tiempo. Y en cuanto a lo
previsible, hay libros en los que esto es una fatalidad, otros en los que
adivinar algo y ver que luego pasa te alegra, regocijándote por tu perspicacia.
En este caso, no hay que ser un lince para captar algunas cosas, pero aunque no
te alegre ver cómo se va cumpliendo lo que suponías, es ésta una novela que
supedita el argumento al mensaje, al discurrir de la vida del muchacho. Por
eso, aunque sepas lo que va a ocurrir, sigues leyendo, porque te interesa el
modo en que va a escribirse tal acontecimiento. Por lo menos en mi caso ha sido
así, y la novela me ha gustado a pesar de que estos dos defectos podrían
haberla arruinado. Seguramente otros lectores se aburrirán por eso mismo, pero
ya es cosa de cada uno.
El tercer
defecto que comentaba es que no está claro para qué edad es. Se trata de una
novela de ésas de “despertar a la vida”, con protagonistas adolescentes y cómo
se enfrentan a los problemas de la vida, aunque éstos nos sean adolescentes ni
tengan edad. Imagino que un lector maduro podrá leer la novela como un revivir
de aquella etapa de su vida, pero nada más. Descartado el público más mayor.
Además, a un chico podría parecerle un poco moñas (menos a mí, que como
últimamente me gusta la música de One Direction ya no sé qué pensar…). Así que
yo lo recomendaría para chicas adolescentes o mujeres jóvenes. Para éstas
últimas, leer el libro no hace que revivas la época, sino que veas que muchas
cosas que ocurren, o que piensan los protagonistas también te pasaban o las
pensabas tú. No es tanto transportarse a una época más feliz como darse cuenta
de que lo hemos pasado, nos identificamos y hemos seguido adelante. Y para las
adolescentes, pues bueno, si les gustaba “Física o química”, pues les gustará.
Está claro que ellas se identificarán más que nadie, y el libro, con sus
tópicos, pero también con su descubrimiento de que las clases pueden estar bien
según el profesor que las imparta; de que hay cosas que cuando eres joven te
parecen un mundo y tu universo se reduce a lo que te rodea, siendo tú el eje,
pero que hay problemas y situaciones, pérdidas y sentimientos mucho más
grandes, y que eso es la vida; y que hasta tus padres fueron jóvenes y podrían,
no lo vas a creer, llegar a ser tus amigos, todo eso también puede ser un
aliciente para los jóvenes que lean la novela, y vean que muchas cosas son
universales y les pasan a los demás también. No es que la novela sea la panacea
y vaya a servir de faro de vida de los adolescentes, pero oye, mal de muchos,
consuelo de tontos…
Y siguiendo
con las cosas buenas de la novela, ya que hemos comentado las malas, algo que
me ha gustado es la facilidad con que se lee. Capítulos breves, directos, con
lenguaje claro y mezclando frases ingeniosas y divertidas con verdades
profundas, como lo de los nombres, al principio, cuando Leo reflexiona así:
Hay gente que condena a sus hijos con el
nombre. Yo me llamo Leo y me sienta bien. He tenido suerte: recuerda a una
persona guapa, fuerte, que sale de la jungla como un rey con su melena. Ruge.
O, al menos en mi caso, lo intenta… Cada cual lleva su destino en el nombre,
por desgracia. Fíjate en Elettra: ¿qué nombre es ése? Es como la corriente, ya
solo con oírlo te da una sacudida. Por eso está siempre nerviosa.
Luego está el pelmazo profesional: Giacomo,
llamado Pestilente. ¡Otro nombre gafe! Porque es el mismo nombre de Leopardi,
que era jorobado, sin amigos y encima poeta. Nadie habla con Giacomo. Apesta. Y
nadie se atreve a decírselo. Yo, desde que estoy enamorado de Beatrice, me
ducho a diario y me afeito una vez al mes. Además, allá él si no se lava. Pero,
me digo yo, su madre sí que podría decírselo. Pues resulta que no. Ya, pero
¿qué culpa tengo yo? Ni que pudiera salvar el mundo. Para eso está Spiderman.
Y de aquí
extraemos dos cualidades que me han gustado del libro. Una es aprender el valor
de las palabras. Como con los nombres, como cuando Leo escribe mensajes en el
móvil y se corrigen, como cuando una breve charla con su profesor le
proporciona tanto en qué pensar… Las palabras son muy importantes, aunque nos demos
poca cuenta. Ya dijo Buda que “las palabras tienen el poder de destruir y
sanar. Cuando las palabras son buenas tienen el poder de cambiar el mundo”. Y
me ha gustado mucho el personaje del profesor, a quien Leo apodó Soñador. Me
gustó cómo se implicaba, cómo trascendía las clases y llegaba a los alumnos,
sus mensajes, cómo se preocupaba y hasta visitaba a Leo, sin dejar que su labor
terminara cuando tocaba el timbre del fin de las clases. Me pareció un buen
profesor. Como todos, en mi vida he tenido algunos buenos y otros no tanto.
Afortunadamente recuerdo los buenos, los otros se diluyen. Mi hermano estudia
para ser profe de Primaria. Espero que algún día sea así. ¿Habéis visto aquella
película, “El milagro de Ana Sullivan”? Trata de una niña ciega y sorda. Y de
cómo su profesora se deja el alma para llegar a ella y enseñarle el mundo. La
importancia de las palabras y la entrega de un profesor al que le importan sus
alumnos más allá de como parte de su trabajo se resumen en el monólogo que Anne
Bancroft declama en esta película:
Yo quería enseñarte todo lo
que Dios puso en la Tierra, todo lo que hay en ella y es nuestro mientras
vivimos. Y lo que somos. La luz que traemos y dejamos tras de nosotros en
palabras. Verías cinco mil años de Historia al resplandor de las palabras. Todo
lo que el hombre piensa, siente y sabe lo expresa con palabras, y ellas disipan
las tinieblas, y nada termina, ni en la tumba. Y yo sé que con una palabra
lograría poner el mundo en tus manos, y bien sabe Dios que no me conformaré con
menos.
Y la otra cualidad es menos profunda: son
los motes. Me encantan. Leyendo lo del Pestilente me acordé que en mi clase
teníamos uno al que llamábamos Mofeta. Era muy majo, mi amigo, aunque tampoco
le dije que olía, simplemente le evitaba tras las clases de gimnasia.
Y luego estaba La Ambición Rubia, que era
una chica que se teñía de color amarillo pollo, pero con las cejas muy negras,
negrísimas. Mi amigo H hacía conjeturas sobre de qué color tendría el… ya me
entendéis. Él afirmaba que seguro que tenía ahí una pepita de oro.
Y bueno, en mi vida hay muchos personajes
con mote: el Drácula, Mortadelo, Mauricio, el Frutero, el Primo de Joselito, el
Gollum… así que me ha gustado la chispa que esto da a la novela. Se siente uno
como en casa.
Otra cosa impactante es la sencillez con
que se demuestra la existencia de Dios: ni Sto. Tomás con sus vías ni leches.
Leo dice:
Blasfemo
varias veces, reiteradamente, con fuerza. Y ahora me siento mejor. Y comprendo
que Dios existe, si no, no me sentiría mejor. No te sientes mejor si te cabreas
con Papá Noel. Si te cabreas con Dios sí.
Ea, ahí queda eso… Y es que ya os lo he
dicho. En el libro aparecen, como quien no quiere la cosa, frases que sabemos,
pero en las que no caemos, y que nos hacen reflexionar, como cuando Leo piensa
que ojalá la vida tuviera una tecla de rewind, pero no tiene, siempre avanza,
sonando, y tenemos que bailar lo mejor que podamos. Y nos enseña que a menudo
perdemos el tiempo en cosas sin importancia, nos ahogamos en problemas que no
valen la pena, y dejamos que la vida y el tiempo se escapen. Son cosas que
sabemos, pero en las que solo caemos al leerlas explícitamente, y que nos
fuerzan a meditar, como Leo ante la enfermedad de Beatrice, que piensa:
Tengo
todo lo que ella está perdiendo: el pelo, el instituto, el baile, la amistad,
la familia, el amor, las esperanzas, el futuro, la vida… pero yo no sé qué
estoy haciendo con todas esas cosas.
En fin, un libro que, por su sencillez que
desquicia por lo simple y tópico, pero mezclada con las frases subliminares que te
fuerzan a pensar, me ha encantado. Una historia simple, tan simple como pueda o
no serlo el amor. Y un darte cuenta de cosas importantes. ¿Para niñas
adolescentes? Puede ser, seguro que les gustará. ¿Para jóvenes? Seguramente, mi
amiga L, que es fan de Moccia (aunque el último dice que no es muy allá), me
dijo que lloró y le gustó. ¿Para mayores? Dependerá de si te dejas llevar por
esos años o prefieres algo más rotundo, acorde con tu edad. En cualquier caso,
es una novela recomendable, ligera (aunque con su profundidad) para ahora el
veranito. Y se lee en un pis pas, así que aprovecha. Y encima es baratita…
Y si tengo que quedarme con algo, me quedo
con la definición del amor que esgrime Leo, cuando dice que amar es estar junto
a alguien a pesar de su olor.
-Título:
Blanca como la nieve, roja como la sangre.
-Autor:
Alessandro D’Avenia.
-Género:
Narrativa.
-Editorial:
Grijalbo o Debolsillo.
-Precio:
15,90€ en rústica; 7,95€ en bolsillo.
-Isbn:
9788425344244 en rústica; 9788499087658 en bolsillo.
-Alma:
Blanca, roja y azul, de dudas y descubrimientos, de lágrimas, sonrisas y
despertares, de comida rápida del Mac.
Os dejo el booktráiler del libro, echad un
vistazo:
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