Todavía no he
decidido cómo catalogar esta novela. Está claro que Tolstoi es un gran escritor
y que Ana Karenina es todo un
clásico. En general es cierto que la novela me ha gustado, pero también que hay
partes que son un tostón y necesitas tener al lado la botella de whisky para
leerlas.
Para empezar,
no esperes encontrar una historia de corte épico-romántico como la película
homónima de Greta Garbo. De hecho, aquí el personaje de Ana casi es alguien que
ni fu ni fa. La novela habría de haberse titulado más bien Catalina
Scherbazkaya, pues este personaje y su historia paralela tienen mayor peso en
la novela que la de la propia Ana, otorgando además el contrapuesto y el
contraste de la historia desgraciada de ésta.
Doy por
sentado que todos conocéis básicamente la sinopsis de la obra (si no es así, no
sigáis leyendo o hacedlo con cautela): Ana, casada con el funcionario Alexis
Karenin, es pretendida por el joven Vronsky hasta que acaba cediendo y
fugándose con él. Se nos muestra a partir de ese momento el desprecio que la
alta sociedad rusa siente hacia la pareja, especialmente hacia Ana, que es la
adúltera (en medio de una hipocresía sublime Vronsky es recibido en sociedad
mientras a Ana se le hace el vacío), cómo se siente ella y cómo su amor va
degradándose en una espiral que culmina trágicamente.
Ana, que
debería inspirar compasión y lástima en el lector, en cambio provoca cierto
hartazgo, al menos de la mitad de la novela en adelante, pues las escasas
ocasiones en que aparece lo hace sumida en tal estado trágico de desdicha y
celos imaginarios que cansa. Lo mejor que se dice de ella son las constantes
referencias a su exquisita belleza. En comprensible, no obstante, que Ana
sienta ese torbellino en su interior: sufre remordimientos, más que por su
marido, que la novela confiere un carácter casi reptiliano que no capta la
simpatía del lector en ningún instante, por su propia situación. Su temor más
grande es que Vronsky deje de amarla y quede ella en una especie de limbo, sin
poder volver con su familia ni aceptada en sociedad. Sin nada. Y esto le
provoca celos constantes que no hacen más que enfriar su relación y empeorar
las cosas.
Su situación se resume en la fatal situación de rechazo que vive cuando acude sola al teatro, y que recuerda a Escarlata O'Hara con aquel vestido rojo en el cumpleaños de Ashley, solo que sin
ninguna Melanie que le tienda una mano.
La mejor parte
de la novela, la más expresiva con diferencia, la más sublime y que más se
adentra en lo más hondo del lector pertenece, a modo de reinvindicación, a esta
pobre Ana, que va en su coche reflexionando, buscando a su amado, combinando
sin sentido pensamientos con impresiones de lo que en la calle va encontrando,
en un retrato perfecto del estado desesperado en que se halla. Tolstoi recrea
en esos momentos un psicología perfecta. Ya en otros fragmentos de la novela se
aprecia la profundidad con que el autor expresa el pensamiento y sentir de los
personajes, pero es aquí, en los últimos momentos de Ana, cuando más hace
sentir al lector. Como cuando, sumida en su reflexión, ve de pronto a unas
jóvenes caminando alegres, y piensa: “¿de qué se reirán? Seguramente su alegría
tendrá por causa el amor. No saben que el amor es solo llanto y amargura”.
Por otro
lado, Vronky es más bien un canalla, que desprecia los sentimientos y el daño
que causa en otras jóvenes, aunque se redima algo con el amor incondicional que
profesa a Ana. A ratos cae bien al lector, a ratos no, siendo un personaje
difícil de catalogar. Cierto que renuncia a todo por ella, pero básicamente su
carácter se resume en aquellas reglas por las que se regía: “sus reglas definían
claramente que debía pagar a los fulleros y no al sastre; que no debía mentir a
los hombres, aunque sí podía mentir a las mujeres; que no era lícito engañar a
nadie, mas sí a los maridos; que era imposible perdonar las ofensas y que
estaba permitido ofender, etc. Tales reglas podían ser ilógicas y malas, pero
eran concretas y Vronsky, cumpliéndolas, se sentía tranquilo y con derecho a
llevar la cabeza muy alta”.
Por lo demás,
la novela intercala la historia principal, la de Ana y Vronsky, su marido y su
hijo, con otra paralela, la de Kitty y Levin, y con partes que describen el
funcionamiento de la política rusa o de su sistema agrario, que conforman un
fondo y marco perfecto para la historia, pero que a menudo aburren
soberanamente y crean tedio, teniéndose que hacer un esfuerzo para continuar la
lectura y pensando que tales partes sean quizá superfluas o, al menos, demasiado
extensas. Pero claro, de omitirlas perderíamos el estudio de la sociedad rusa
que realiza Tolstoi y no quedaría más que una novela como cualquier otra.
Como ya he
dicho, casi podría decirse que los protagonistas son realmente Levin y Kitty,
pues aparecen más en la novela, su historia es más profunda y, por supuesto,
representan el otro lado de la moneda, cuando el amor es legítimo aunque tenga
que vencer obstáculos y es plenamente aceptado en sociedad. Su felicidad se
opone diametralmente a la desdicha obsesiva de Ana, en claro ejemplo
moralizante. Y es en el personaje de Levin en quien se realizan muchas de las
reflexiones más filosóficas de la novela, cuando expresa que no cree en Dios,
pero le suplica, o cuando medita sobre la muerte y la moral. Por ejemplo,
cuando piensa así: “¿He llegado por el razonamiento a la conclusión de que hay
que amar al prójimo y no causarle daño? Me lo dijeron en mi infancia y lo creí,
feliz al confirmarme los demás lo que yo sentía en mi alma. ¿Y quién lo
descubrió? No lo descubrió la razón. La razón ha descubierto la lucha por la
vida y la necesidad de aplastar a cuantos estorban la satisfacción de mis necesidades.
Tal deducción es de la razón. La razón no ha descubierto que se amase al
prójimo, porque eso no es razonable”. Y, a pesar de ofrecer opiniones tales
como que los campesinos no necesitan escuelas ni hospitales, Levin se convierte
en el personaje masculino más cercano al lector, por el que se siente más
empatía.
El marido de
Ana, ya lo hemos dicho, no se acerca en ningún momento al lector, y Sergio, su
hijo, protagoniza emotivos momentos al final, pero permanece en un segundo plano
la mayor parte de la novela. Daría Alejandrovna y su marido Esteban son otros
personajes con cierto peso en la novela. Precisamente para ayudarlos en un
asunto de adulterio es como Ana aparece. Y el mejor momento de la novela, el
más divertido, sin duda, es cuando Esteban visita a Alexis y a la condesa Lidia
Ivanovna estando presente Landau, el francés que predecía el futuro, y casi se
queda dormido mientras la condesa leía.
Es curioso,
en cualquier caso, cómo la novela crea un círculo, presentando la llegada de
Ana con un accidente ferroviario que sería profético de la tragedia de su vida. Y triste
que, tras su fin, solo Vronsky parezca recordarla. Ni su hermano, cuya alegría
nada puede empañar, parece lamentarlo demasiado. Y el lector, tras el desenlace
fatal, prosigue su lectura, en una metáfora de que la vida sigue sin detenerse
por nadie, pensando que queda buena parte de la novela faltando ya el personaje
protagonista… una protagonista que se cuela justo al final en el corazón de los
lectores, y que solo merece este párrafo para despedirse:
Y la luz de la vela con que Ana leía el
libro de inquietudes, engaños, penas y maldades, brilló por unos momentos más
viva que nunca y alumbró todo lo que antes veía entre tinieblas. Luego brilló
por un instante con un vivo chisporroteo; fue debilitándose… y se apagó para
siempre.
Una novela,
por fin, que merece la pena ser leída, incluso cuando, como casi todo el mundo,
conozcas ya la trama y su desenlace, pero solo si te gusta leer, porque de lo
contrario toparás con fragmentos espesos que te desanimarán bastante. La historia, o las historias principales, se interrumpen con reflexiones sociales, económicas, políticas, filosóficas o morales. Leyendo esta
novela sufres altibajos, a veces piensas que es excepcional y tiene frases para
la posteridad, y otras piensas que es un tostón…
-Título:
Ana Karenina.
-Autor:
Lev Nikoláyevich Tolstói.
-Género:
Narrativa.
-Editorial:
Varias. La mía es una edición conmemorativa de Austral.
-Precio:
14,95€.
-Isbn:
9788467032802.
-Alma:
desdichada y trágica, celosa, de desgarro y abandono.
Excelente análisis y reseña. Me gusto la parte en la que Levin filosofa referente al sentido de la vida, acerca del bien y del mal. El amor al prójimo no es de la razón, pero esto no quiere decir que no sea importante en nuestra vida.
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