Este libro es
el mayor coñazo del mundo mundial. Es peor que pasarse toda la tarde viendo a
Belén Esteban imitando a Madonna…
Antes de que os echéis a mi cuello os diré que
reconozco que su ideología, el futuro que plantea, el tema de la Neolengua y
todo el planteamiento social y político que expone son temas realmente
fascinantes y en los que vale la pena pararse a pensar. Pero el libro como
lectura en sí, es insufrible.
1984 es una de las más conocidas novelas
de George Orwell, hasta el punto de que se emplea el calificativo de orwelliano
para referirse al ambiente, lenguaje, sociedad, etc. que describe la novela
refiriéndose a cualquiera de estos factores en el mundo real. En ella nos
cuentan la historia de Winston Smith, al que calificaría como un pobre hombre,
pues se trata de una novela bastante pesimista, por lo que no cabe un
protagonista heroico. En el mundo de 1984
el Gobierno lo controla todo. Y cuando digo todo, me refiero a todo. Incluso el
pensamiento, pues se emplea el Neolenguaje, una lengua nueva desprovista de
multitud de palabras y significados, estimando que si algo no puede ser
nombrado, si algo no posee significado, es equivalente a que no existe. Si no
existe un concepto para libertad, no se puede pensar ni desear ser libre… ¿Es
inquietante, verdad?
El Gobierno
vigila a la población, mediante la llamada Policía del Pensamiento, que vela
por que nadie tenga pensamientos poco ortodoxos. Aquellos que delinquen son
borrados literalmente de la faz de la tierra. A todos los efectos es como si
nunca hubieran existido. Se borran todos sus datos, se cambia cualquier
artículo periodístico, cualquier fotografía donde aparezcan, y no queda prueba
alguna de su existencia. Y lo mismo ocurre con la Historia, que se escribe,
inventa y reinventa según las necesidades específicas del momento político.
La sociedad
se divide en dos: por una parte, los miembros del Partido, que forman la
estructura política y administrativa, y por otro los “proles”, que son la masa
del pueblo, generalmente sumida en la ignorancia y el desprecio.
Winston es
miembro del Partido, pero un miembro poco importante. Y sus dificultades
comienzan cuando empieza a plantearse cosas en las que no debería pensar. Pero no
esperéis una apasionante aventura en la que Winston se alce como héroe del
pueblo y lo libere. No, 1984 describe
una atmósfera opresiva en la que todo es gris y sucio. Y Winston es más bien un
sin sangre que poco hace más allá de servirnos de vehículo para ir descubriendo
el mundo en el que vive.
Lo mejor de
la novela empieza hacia la mitad, donde por lo menos aparece algo de sexo… Pero
vamos, que si a mí me pasa como a Winston y la chica para que no los pillen
empieza con lo de “gira a la derecha, luego a la izquierda, luego saltas los
matojos, andas 100 metros, tuerces a la derecha dos veces y luego vas a la
izquierda…” pues, vamos que cojo y la digo “mira, hermosa, casi mejor lo
dejamos”. Tanto paseo para un polvo…
Como ya he
mencionado la novela en sí es un rollo. No la leáis si no os obligan. Total, si
lo que os interesa es el contexto social y político de la novela, podéis
investigarlo en Internet y no pasar el calvario de leerla. O si deseáis saber
más sobre la Neolengua, podéis leer el anexo que viene al final de la misma.
Esto realmente
sí es interesante, e incluso es actual. El Neolenguaje es algo muy complejo, pero para que os hagáis una idea se basa en conservar únicamente palabras que interesan al Partido, y emplear
palabras que signifiquen algo agradable para referirse a algo desagradable sin
que el oyente se percate de ello. Es como emplear un eufemismo, pero llevado al
límite. Por ejemplo, si decimos limpieza étnica, podemos pensar que limpiar es
algo positivo, y no nos sintamos tan sensibilizados como si escuchamos
asesinato en masa racista. O expediente de regulación de empleo. Suena hasta
bonito, y regular el empleo nos hace pensar en hacer algo bueno y mejorar el
trabajo, pero significa despidos a lo loco…
El
Neolenguaje hace lo mismo. Elimina significados o cambia palabras. Por ejemplo,
no existe la palabra mal, se usa la palabra no-bien.
“Las palabras tienen el poder de destruir y sanar. Cuando las palabras son
buenas y sinceras, tienen el poder de cambiar el mundo”, dijo Buda. Para lograr que alguien haga
exactamente lo que uno desea no hace falta amenaza o coacción; no es necesario
apuntarle con un arma. Basta con un puñado de palabras escogidas cuidadosamente
y declamadas con la entonación apropiada. Retórica es como se denomina al arte
de emplear el lenguaje con una finalidad persuasiva o estética, y no meramente
comunicativa, y es un arte que existe desde los albores de la Grecia clásica, y
que emplea diestramente tanto el político de turno como la sencilla, entrañable
y sufrida madre de cualquier adolescente. Y en política, por ejemplo, es esencial que la
imagen sea siempre positiva. Por eso se coquetea mucho con la Neolengua y el
universo manipulador orwelliano. Esta novela pone esto de manifiesto, y nos
hace pensar en lo inquietante y real que resulta. Éste es el verdadero valor de
este libro, que nos haga pensar para ser capaces de reaccionar más críticamente.
Si en honor de la verdad debo confesar que 1984
se me ha hecho cuesta arriba en algunos (muchos) de sus pasajes, debo ser sincero
también al reconocer que me ha dado mucho en qué pensar. Pensad en ello vosotros
también y no os dejéis engañar, pero si podéis evitarlo, dejad este libro y
leed otro.
-Título:
1984.
-Autor:
George Orwell.
-Género:
Ciencia Ficción.
-Editorial:
Austral.
-Precio:
7,95€.
-Isbn:
9788423342310.
-Alma:
ominosa, oprimida, engañosa y ambigua, con regusto de humo gris.
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