El sermón de fuego, de Francesca Haig, es una nueva saga juvenil (aunque la publica Minotauro, sello de literatura fantástica) que se presenta como sucesora de Los juegos del hambre y Divergente. Para aprovechar el tirón, ya sabéis.
Se trata de una nueva distopía, que es una palabra que antes nadie conocía y que ahora está por todas partes. En esta ocasión el mundo se ha ido al garete por culpa de un desastre nuclear (el fuego del título). De eso han pasado cuatro siglos, y la sociedad ahora tiene miedo de todo lo que le recuerde a la época preapocalíptica (las antiguas ciudades, la electricidad y los conciertos de Raphael sinfónico, que en realidad dan miedito ya). Total, que viven como pueden sin twiter ni móvil.
Pero hay algo más. Cada vez que una pareja tiene hijos van directamente a por la parejita: siempre nacen dos gemelos, uno sano y el otro con alguna deformidad (como el gemelo malo de Bart). Y claro, pasa lo típico en estos casos, que cuando el bebé es tan feo la madre no sabe si quedarse con él o con la placenta. Así que la sociedad se divide en dos castas: los alfas, que son los sanos y los privilegiados; y los omegas, que son segregados y viven como pueden, marginados y en las peores tierras.
También hay dos características especiales: los omegas no pueden concebir (por lo que se les considera un despojo, una consecuencia de la devastación nuclear, y de ahí su papel secundario en la sociedad; y que los gemelos están unidos toda la vida por un lazo que hace que, aunque se encuentren alejados, uno sienta el dolor del otro y ambos mueran cuando alguno lo hace.
Y en este contexto nos encontramos con una de esas parejas de gemelos: Cassandra y Zach. No los han separado nada más nacer porque no se sabe cuál es el omega: a ninguno le falta un brazo o tiene un dedo de más. No, lo que ocurre es que uno de ellos, Cassandra, es una clase especial de omega, una vidente. Como la bruja Lola. Puede percibir cosas, y físicamente no se diferencia de los alfa. La bruja Lola un poco sí.
Cassandra tratará de disimular su don, pero antes o después todos los omegas son descubiertos y apartados, y así le sucederá a ella. Tras lo cual comienza su aventura, con una relación de tira y afloja con su hermano, que la llevará a huir en busca de una leyenda: una isla donde los omega viven en libertad. En sus peripecias se enfrentará al Consejo, el gobierno alfa, y a una omega que parece colaborar con ellos y que también es vidente: la Confesora. Y estará acompañada por Kip (personaje con el nombre de otro prota que me gusta, el creado por Brent Weeks en El portador de luz), un chaval con un solo brazo que se encuentra metido en una pecera, como en salmuera. No preguntéis.
La novela tiene aventura, intriga, un pelín de romance de nada y giros buenos de argumento. Pero no me ha acabado de gustar. No sé por qué, la verdad. Es un poco como cuando Víctor Frankenstein se monta un monstruo y tan campante empieza "está vivo, está vivo", y tú lo ves y piensas "hijo de mi alma, pero míralo, si está lleno de costurones y tornillos". Pues aquí igual, tiene las partes de este cuerpo puestas donde corresponde pero no ha acabado de casarme. Sin razón justificable.
Pero oye, igual a vosotros sí os gusta. Realmente no es mala novela, así que os dejo aquí el comienzo.
Y además, el booktráiler:
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